Con ocasión del quinto aniversario de su subida al poder, Hitler hizo un primer testamento personal. Lo escribió de su puño y letra. El 17 de febrero de 1960 un juzgado de Munich hizo que se cumpliera la voluntad de Hitler (sobre las bases del último testamento de Hitler). Sin embargo únicamente fue en favor de su hermana Paula ya que el partido ya no existía y los demás parientes habían desaparecido. Su hermana Paula murió poco después y fueron los hijos de Angela los que recibieron la herencia.
Como vemos, Hitler se preocupó de los suyos en su testamento. Resulta muy interesante leerlo para comprobar la personalidad de Hitler.
Al ministro Lammers, en propia mano.
MI TESTAMENTO PERSONAL
Deberá abrirse inmediatamente después de mi muerte, en presencia del tesorero nacional del partido. Los compañeros Bormann y Schaub deberán estar informados de inmediato.
Para el caso de mi muerte dispongo:
1. Mi cadáver será trasladado a Munich y el féretro expuesto en el Feldernhalle e inhumado en el templo de la derecha de la llama votiva (el que está al lado del palacio del Führer). Mi sarcófago será igual que los otros.
2. Dejo todo mi patrimonio al partido. Los contratos correspondientes a las publicaciones del partido no serán invalidados. Los ingresos aun disponibles o futuros por mis publicaciones, corresponden al partido.
3. En compensación el partido deberá pagar anualmente las siguientes sumas:
a) A la señorita Eva Braun - Munich, por toda su vida- 1000 marcos mensuales (mil), es decir 12.000 marcos al año.
b) A mi hermana Angela -Dresden, por toda su vida- 1000 marcos mensuales (mil), es decir 12.000 marcos añ año. El subsidio pasará a su hija Trial.
c) A mi hermana Paula -Viena, por toda su vida- 1000 marcos mensuales (mil), es decir 12.000 marcos al año.
d) A mi hermanastro Alois Hitler, la cantidad de 60.000 marcos (sesenta mil marcos), como gratificación.
e) A mi ama de llaves señora Winter -Munich por toda su vida, 150 marcos mensuales (ciento cincuenta marcos)
f) A mi amigo Julius Schaub, la suma de 10.000 marcos como gratificación y una pensión mensual de 500 (quinientos marcos), por toda su vida.
g) Para mi sirviente Krause, una pensión mensual de 100 marcos (cien marcos) por toda su vida.
h) Para las sirvierntes Singe y Junge, 3.000 marcos a cada una como gratificación.
i) Para mis parientes de Spital, la cantidad de 30.000 (treinta mil) marcos, una gratificación cuya división será decidida por mi hermana Paula Hitler de Viena.
4. Todo lo que está dentro de la habitación donde vivió durante un tiempo mi sobrina Geli Raubal, en mi casa de Munich, deberá pasar a mi hermana Angela.
FUENTE: http://www.estudiodehitler.com/2012/02/el-primer-testamento-de-hitler.html
TESTAMENTO POLITICO DE HITLER
Abajo uno de los últimos telegramas de Hitler desde el búnker enviado a Jodl, el mismo día de su muerte.
A vece preguntan ¿quienes firmaron el testamento politico?
El testamento político de Hitler fue firmado por Goebbels, Bormann, Burgdorf y Krebs. Se hicieron tres copias porque Hitler estaba muy interesado de que al menos una llegara al exterior. Tres hombres diferentes se encargaron de que llegaran a su destino. El viaje fue muy azaroso: ninguno de los tres hombres logró llegar a su destino pero fue mérito suyo que los documentos se quedaran para la historia.
Desconocemos dónde se encuentran en la actualidad esas copias físicas del testamento político de Hitler.
A continuación ponemos las imágenes del testamento político de Hitler.
En las imágenes podemos ver copias del original, tal y como fue redactado por Hitler.
Mas abajo la traducción.
Suele ocurrir que en muchos libros no lo incluye entero. Ciertamente el testamento nos indica claramente que Hitler, a pesar de su deterioro físico, conversaba íntegras sus facultades mentales.
Traduccion:
MI TESTAMENTO POLITICO
Desde 1914, cuando como voluntario realicé mi modesta contribución a la guerra mundial impuesta al Reich, han pasado ya más de 30 años. En estas tres décadas, sólo el amor que siento hacia mi pueblo y la lealtad que me inspira han guiado mi persona y mis pensamientos, mis actos y mi vida. Me ha dado la fuerza necesaria para tomar las decisiones más graves jamás impuestas a un mortal. He agotado todo mi tiempo, mis energías y mi salud en estas tres décadas. No es cierto que yo o cualquier otra persona en Alemania deseáramos la guerra en 1939. Ésta sólo la deseaban y la instigaron aquellos estadistas internacionales que eran de origen judío o bien trabajaban para los intereses judíos. Yo he realizado numerosas propuestas de limitación y control de armamentos que la posteridad no podrá negar eternamente para que la responsabilidad de haber iniciado la guerra recaiga sobre mí. Además, nunca he deseado que, después de la primera y trágica guerra mundial, hubiera una segunda contra Inglaterra, por no decir Norteamérica. Los siglos pasarán, pero de las ruinas de nuestras ciudades y nuestros monumentos artísticos, el odio volverá a crecer de nuevo hacia las personas en última instancia responsables, hacia aquellos a quienes tenemos que agradecer todo esto: el pueblo judío internacional y aquellos que lo ayudan.
Tan sólo tres días antes del estallido de la guerra germano-polaca, le sugerí el embajador británico en Berlín una solución para el problema alemán similar a la adoptada para el distrito de Saar, bajo control internacional. Tampoco esa oferta se puede negar. Su rechazo se debió únicamente a que las personas que tienen una influencia decisiva en la política británica deseaban la guerra, en parte porque esperaban ventajas comerciales, en parte por la influencia de la propaganda organizada por los judíos internacionales. También dejé claro que si, volvía a contemplarse nuevamente a los pueblos de Europa como meros accionistas de los conspiradores internacionales del dinero y las finanzas, entonces las personas verdaderamente culpables de esta guerra asesina tendrían que responder por ello: los judíos. Tampoco dejé ninguna duda de que esta vez no debía suceder que millones de hijos de las naciones europea y aria murieran de hambre, que millones de hombres adultos fallecieran y cientos de miles de mujeres y niños fueran abrasados y bombardeados hasta la muerte en las ciudades, sin que los verdaderos responsables pagaran por su culpa, aunque fuera de una forma más humana.
Después de seis años de “lucha” que, a pesar de todos los reveses, pasarán a la historia como una de las manifestaciones más gloriosas y valientes del deseo de supervivencia de una nación, no puedo abandonar la ciudad que es la capital de mi país. Dado que nuestras fuerzas son demasiado pequeñas para seguir oponiéndose al ataque enemigo en esete lugar y dado que el valor de la resistencia personal está viéndose reducido y tergiversado por la actuación de personas sin principios, deseo que, al permanecer en esta ciudad, mi destino se sume al que millones de otras personas han asumido también el suyo.
Además, no quiero caer en manos de unos enemigos que, para entretenimiento de las masas alimentadas por la propaganda del odio, esperan un nuevo espectáculo organizado por los judíos. Por lo tanto, he decidido permanecer en Berlín, y en este lugar, escoger la muerte voluntaria en el momento en que crea que la sede de la oficina del Führer y a la vez Canciller no pueda seguir siendo defendida. Muero con el corazón lleno de alegría consciente de las inconmensurables acciones y gestas de nuestros soldados en el frente, de nuestras mujeres en casa, de los logros de nuestros campesinos y obreros y de la contribución, única en la historia, de las juventudes que llevan mi nombre.
No hace falta decir el agradecimiento que, en el fondo de mi corazón, siento hacia todos ellos, y que es mi deseo que, a pesar de todo, no abandonen la lucha bajo ninguna circunstancia, sino que sigan batallando contra los enemigos de la Patria allí donde estén, fieles a los principios del gran Clausewitz. Del sacrificio de nuestros soldados y de mi propia camaradería con ellos hasta la muerte, de una u otra forma, un día crecerán en la historia de Alemania las semillas de un glorioso renacimiento del movimiento nacionalsocialista y, por lo tanto, de la realización de una verdadera comunidad nacional.
Muchos hombres y mujeres de gran valor han decidido que su vida dependa de la mía hasta el final. Les he pedido y, finalmente, ordenado que no lo hagan, y que sigan adelante con la lucha de la nación. Pido a los comandantes de los ejércitos, de la armada y de las fuerzas aéreas que refuercen de todas las formas posibles el espíritu de resistencia de nuestros soldados en el espíritu del nacionalsocialismo, poniendo especial énfasis en el hecho de que yo mismo, como fundador del movimiento, también he preferido la muerte a una cobarde huída o, peor aún, una capitulación.
Que un día pase formar parte del código de honor del oficial alemán, como yo lo forma del de nuestra armada, el principio por el cual la rendición de un distrito o ouna población resulte impensable y por el que, por encima de todas las cosas, los líderes deban dar brillante ejemplo de devoción a su tarea hasta la muerte.
Antes de morir, expulso al antiguo mariscal del Reich Hermann Goering del partido y lo privo de todos los derechos de que pueda gozar en virtud del decreto de 29 de junio de 1941, y también en virtud de mi proclama en el Reichstag el 1 de septiembre de 1939. Nombro en su lugar al gran almirante Doenitz presidente del Reich y comandante supremo de las fuerzas armadas.
Antes de morir, expulso al anterior jefe de las SS del Reich y ministro del Interior, Heinrich Himmler, del partido y de todos su cargos estatales. En su lugar nombro al Gauleiter Karl Hanke como jefe de las SS y de la Policía alemana, y al Gauleiter Paul Giesler ministro del Interior del Reich.
Goering y Himmler han causado un daño inconmensurable al país y a toda la nación, al negociar en secreto con el enemigo sin mi conocimiento y contra mi voluntad, y al intentar hacerse ilegalmente con el poder del Estado, por no hablar del acto de deslealtad hacia mi persona. Para dar al pueblo alemán un gobierno compuesto de hombres honorables, un gobierno que cumpla su cometido de continuar la guerra con todos los medios disponibles, nombro como líderes de la nación a los siguientes miembros del nuevo gabinete:
Presidente del Reich: Doenitz
Canciller del Reich: Doctor Goebbels
Ministro del Partido: Bormann
Ministro de Asuntos Exteriores: Seyss-Inquart
Ministro del Interior: Gauleiter Giesler
Ministro de la Guerra: Doenitz
Comandante en jefe del Ejército: Schoerner
Comandante en jefe de las Fuerzas Aéreas: Greim
Jefe de las SS y de la Policía Alemana: Gauleiter Hanke
Economía: Funk
Agricultura: Backe
Justicia: Thierack
Educación y Culto Público: Doctor Scheel
Propaganda: Doctor Naumann
Finanzas: Scwerin-Crossigk
Trabajo: Doctor Hupfauer
Municiones: Saur
Líder del Frente de los Trabajadores Alemanes y miembro de Gabinete del Reich: ministro del Reich Doctor Ley.
Aunque alguno de estos hombres, como Martin Bormann o el Doctor Goebbels, etc., junto con sus esposas, se han sumado a mi iniciativa por voluntad propia y no quieren abandonar la capital del Reich bajo ningún concepto, sino que están dispuestos a perecer aquí conmigo, debo pedirles, sin embargo, que obedezcan mis exigencias y que, en el caso presente, antepongan los intereses de la nación a sus propios sentimientos. Con sus obras y su lealtad seguirán estando cerca de mí después de mi muerte como camaradas, igual que espero que mi espíritu siga entre ellos y siempre los acompañaré. Que sean duros, pero no injustos; sobre todo, que no permitan nunca que el miedo se convierta en consejero de sus actos y que estimen el honor de la nación por encima de todo lo demás en el mundo. Por último, que sean conscientes del hecho de que nuestra tarea de edificación de un estado nacionalsocialista es obra de los siglos venideros y que ello impone a todas las personas la obligación de servir siempre al interés común y subordinar a él su propia ventaja. A todos los alemanes, todos los nacionalsocialistas, hombres, mujeres, a todos los soldados de las fuerzas armadas, les pido que sean fieles y obedientes hasta la muerte al nuevo gobierno y a su presidente.
Sobre todo, encargo a los líderes de la nación y a las personas a su mando que observen escrupulosamente las leyes raciales y que se opongan sin piedad al envenenador universal de todos los pueblos: los judíos internacionales.
Berlín, 29, de abril de 1945, 4.00 h minutos
Adolf Hitler