lunes, 14 de septiembre de 2009

-LA EXTRAÑA Y PROFUNDA FE DEL FÜHRER


Por César Barrantes B.

Nacido y criado como católico romano, al crecer desarrolló una afición obsesiva por la mitología pagana germánica, su nacionalsocialismo fue un movimiento cuasi-religioso del que él fungía como mesías, lo único cierto del caso es que Adolfo Hitler nunca fue ateo.

Para zanjar de una vez por todas la polémica sobre si Adolfo Hitler (20 de abril de 1889-30 de abril de 1945) era o no ateo como malintencionadamente le gusta afirmar a muchos para sustentar su crítica contra la "inmoralidad del ateísmo", es lícito citar al finado en una de sus declaraciones más esclarecedoras:

"Estamos convencidos de que la gente necesita y requiere esta fe. Por lo tanto hemos llevado a cabo la lucha contra el movimiento ateo, y esto no sólo con unas pocas declaraciones teóricas: los hemos aplastado."

—Discurso en Berlín, 24 octubre de 1933

Mis sentimientos como cristiano me muestran a mi Señor y Salvador como un luchador. Me muestra a mi, al hombre que una vez en soledad, rodeado por unos pocos seguidores, reconoció a estos judíos por lo que son y llamo a los hombres a luchar contra ellos. Y quien, la Verdad de Dios, fue grandioso no como un sufriente sino como un luchador. Con amor inconmensurable, como cristiano y como hombre, leo el pasaje que nos dice como el Señor levanto por fin su Poder y echo del Templo a la nidada de serpientes y culebras. Que grandiosa fue la pelea para el mundo contra el veneno judío.


Adolfo Hitler c1920

Es claro, no era ateo ¿era Hitler un hombre religioso? Sin lugar a dudas, ¿era católico? En principio si, fue criado en esa fe y el nunca renegó de ella, dejándolo en claro allá por 1941 cuando le dijo al general Gerhard Engel que "Soy ahora, como antes, católico, y siempre lo seré".

El Vaticano nunca lo excomulgó y, por el contrario, firmó un Concordato diplomático con el Tercer Reich en 1933 que le deparó enormes beneficios económicos, como la anulación de 7000 demandas legales contra clérigos y ayuda financiera multimillonaria del estado alemán durante varios años. El tratado diplomático estableció que "El Reich alemán garantiza la libertad de profesión y el ejercicio público de la religión católica... los clérigos disfrutarán de la protección del Estado de la misma forma que los empleados del Estado... La enseñanza de la religión católica en los grados elementales, vocacionales, secundarios y superiores será una materia regular y se impartirá conforme a los principios de la Iglesia Católica".

El odio profundo de Hitler -y de los europeos en general- contra los judíos tuvo origen en el cristianismo, el líder nazi declaró que "Mis sentimientos como cristiano me inclinan a ser un luchador por mi Señor y Salvador. Me llevan a aquel hombre que, alguna vez solitario y con sólo unos pocos seguidores, reconoció a los judíos como lo que eran, y llamó a los hombres a pelear contra ellos... Como cristiano, le debo algo a mi propio pueblo", siguiendo el ejemplo de ilustres doctores de la iglesia que citaron, entre muchas otras cosas lo siguiente:

"Abajo con el judío."

—Juan Crisóstomo

"Peor que el mismo demonio."

—San Basilio

"Dos clases de humanos, los cristianos y los judíos." "La luz y las tinieblas." "Pecadores", "homicidas".

—Anastasio

"Basura revuelta".

—Agustín de Hipona

(Citados por el historiador Karlheinz Deschner.)


Cristiano, neopagano y hábil político

Si bien es cierto que el principal acervo ideológico y metafísico del Hitler provino de su herencia cristiana es justo subrayar que su fe agregaba otros elementos místicos y esotéricos muy populares a finales del siglo XIX y principios del XX.

Algunos historiadores creen que Hitler soñaba con crear una nueva religión, amalgama de mitología germánica pagana y ocultismo. Los rituales de la SS y los rimbombantes desfiles militares dan evidencia de ello, la figura mesiánica del mismo Führer, la devoción y obediencia infinita de sus seguidores otra.

En entrevista con EFE, el escritor Michael Hesemann acotó que casi toda la elite del Tercer Reich estudió intensivamente las doctrinas esotéricas de Richard Wagner y la mística neo-gnóstica, y algunos pertenecieron incluso a sociedades ocultistas.

Según Hesemann, Hitler odiaba tanto a las iglesias cristianas como al judaísmo, y pensaba reemplazarlas por una nueva religión con su liturgia propia y sus textos sagrados, entre ellos el libro "Mi lucha"; sin embargo, fue en esa, su obra fundamental, dónde el nefasto líder revela una opinión favorable y cierta admiración por el cristianismo católico, del cual creyó debían copiarse ideas:

"También en esto la iglesia católica debe servirnos de ejemplo, ya que a pesar de que su cuerpo doctrinal está en colisión en muchos puntos -y en parte inmotivadamente, con el estudio de las ciencias exactas y la investigación, jamás se resigna a sacrificar ni un ápice del contenido de su doctrina. Con razón supo conocer que su fuerza de resistencia no consiste en adaptarse con más o menos habilidad a los resultados siempre variables de la investigación científica en el transcurso del tiempo, sino en el hecho de un aferramiento inquebrantable a sus dogmas ya expuestos, que son los que le dan al conjunto el carácter de una fe. He ahí por qué la Iglesia católica se mantiene hoy más firme que nunca."

Su simpatía no era exclusiva con el catolicismo romano pues también tenía opiniones favorables para los protestantes:

"El pastor protestante como el sacerdote católico, ambos contribuyeron decididamente a mantener el espíritu de nuestra resistencia no sólo en el frente de batalla, sino ante todo, en los hogares."

"El más ferviente protestante puede alinearse al lado del más ferviente católico, sin que jamás surjan para él problemas de conciencia por su convicción religiosa."

El apoyo de los protestantes al Tercer Reich fue masivo, quizá un poco por la cercanía del líder nazi con las ideas de Martín Lutero, quien en su obra "Sobre los judíos y sus mentiras" promovió la quema de sinagogas, prohibición del culto judaico, expropiación de propiedades, la expulsión y los trabajos forzados.

En todo esto queda patente que Hitler era además un astuto líder político que supo ganarse a todas las facciones para impulsar su agenda, pero eso no confirma que fuera incrédulo, por el contrario, estaba firmemente convencido de que tenía una misión divina y que obedecía a una voluntad superior:

"Estoy convencido de que actúo como agente de nuestro Creador. Al combatir a los judíos estoy haciendo la voluntad del Señor."

Sin lugar a dudas, Adolfo Hitler era un hombre de fe.


Fuente: http://www.sindioses.org/sociedad/hitlercreyente.html








No hay comentarios: