lunes, 2 de septiembre de 2013

-DISCURSO DE HITLER SOBRE LA RESPONSABILIDAD DE ROOSEVELT COMO CAUSANTE DE LA GUERRA.


Se van a cumplir el 72 aniversario de la entrada en la guerra de los EEUU, (8 de Diciembre de 1941)  es buen momento para comprender, por boca de Hitler, cuáles fueron los motivos de la declaración de guerra.




-Obedeciendo a la más amarga de las necesidades, hube de decidirme, en el otoño de 1939, a intentar, eliminando la aguda tensión germano-rusa, a sentar las condiciones previas para una paz general. Esto ofrecía dificultades desde un punto de vista psicológico, a causa del concepto colectivo que al pueblo, y especialmente al Partido, merecía el bolchevismo; pero era fácil en cuanto a las razones materiales, porque lo cierto es que en todas las regiones que Inglaterra afirmaba estar amenazadas por nosotros, y a las que protegía con Pactos de asistencia, solo buscaba la satisfacción de intereses económicos; pues me permito recordaros, diputados que integráis el Reichstag, que durante todo el verano de 1939, Inglaterra ofreció a numerosos Estados su protección, lanzando previamente la afirmación de que Alemania abrigaba la intención de caer sobre ellos y de arrebatarles su libertad. El Reich alemán y su gobierno pudieron entonces afirmar con toda conciencia que solo se trataba de falsedades y mistificaciones, que en ningún momento respondían a la verdad.

- La lucha heroica de los finlandeses nos produjo un sentimiento, mezcla de admiración y amargura; admiración, porque nosotros, pueblo de soldados, tenemos un corazón sensible al heroísmo y al sacrificio, y amargura, ya que, con la mirada puesta en el amenazador enemigo occidental y en el peligro del Este, no estábamos en situación de poder prestarles una ayuda militar.

- De mes en mes, ya en 1940, fue ganando terreno el convencimiento de que los hombres del Kremlin proyectaban la dominación, y con ella la destrucción de Europa entera. Ya he relatado a la nación lo que hubiera sido el avance de la potencia militar rusa en el Este, en una época en que Alemania solo tenía unas cuantas divisiones en las provincias limítrofes con Rusia. Solo un ciego podía dejar de ver que se trataba de un avance de proporciones únicas en la historia universal. Y esto, no para defender lo que no era amenazado, sino para atacar lo que parecía no poder ser defendido. si la rápida terminación de la Campaña del Oeste arrebató a los gerifaltes de Moscú la esperanza de ver una Alemania agotada, no por eso desistieron de sus intenciones, sino que solo demoraron el momento del ataque. en el verano de 1941 creyeron que había llegado para ellos el momento favorable.. Una nueva invasión mongólica debía arrasar Europa.


- No fue pues Inglaterra la que colonizó y civilizó al continente, sino que fueron tribus germánicas de nuestro continente, normandos y anglosajones, los que partieron hacia estas islas, favoreciendo un desarrollo ciertamente singular. Y de igual manera, tampoco fue América la que descubrió a Europa, sino al contrario. Y todo lo que América no ha recibido de Europa, quizá pueda parecer digno de admiración a una raza mestiza de judíos; pero Europa solo ve en ello un signo de decadencia artística y espiritual, herencia de la influencia racial judía y negroide.

- Señores Diputados del Reichstag: cuando, ya en el año 1940, tuve plena seguridad, por comunicaciones que me llegaron procedentes de la Cámara de los Comunes, y por la observación de los desplazamientos de las tropas rusas frente a nuestra frontera, de que un peligro amenazaba al Reich en el Este, decidí adoptar las medidas pertinentes. Quiero daros a vosotros, señores Diputados del Reichstag, y en general, a todo el pueblo alemán, una seguridad: mientras que en las democracias se habla constantemente, cosa comprensible, sobre armamento, puedo aseguraros que en la Alemania Nacionalsocialista cada vez se trabaja más. Así fue en el pasado, y así es en la actualidad. Cada año nos encontramos con mayor número y mejor calidad de armas en aquellos lugares donde recaigan las decisiones.


- Yo no he buscado la guerra; sino, por el contrario, siempre he hecho lo posible por evitarla. Mas yo me olvidaría de cual es mi deber, y obraría contra mi conciencia, si una vez que veo su carácter inevitable y fatal no dedujera de ella las únicas consecuencias posibles. Porque vi que la Rusia Soviética suponía un peligro de muerte, no solo para el Reich Alemán, sino para toda Europa, me decidí, posiblemente pocos días antes de que se produjera el conflicto, a dar la señal de ataque. Para demostrar cuáles eran los verdaderos propósitos de la agresión rusa, disponemos hoy de un material auténtico realmente impresionante. Igualmente sabemos con toda precisión el momento en que debía iniciarse el ataque. Ante la magnitud de aquel peligro que solo hoy percibimos en toda su extensión, solo me cabe dar gracias a Dios por haberme iluminado en aquella hora crítica y haberme dado la fuerza necesaria para hacer aquello que debía hacerse.

- Si Alemania no hubiera salido, con sus soldados y armas, a enfrentarse rápidamente con este adversario, hoy inundaría toda Europa un torrente que hubiera acabado, de una vez para siempre, con la ridícula idea británica del mantenimiento del equilibrio europeo, con toda su falsa espiritualidad y estúpida tradición. Si Eslovaquía, Hungría y Rumanía no hubieran asumido la protección de este mundo europeo, hoy las hordas bolcheviques, cual las de Atila, estarían enseñoreándose de los países danubianos; y a las orillas del mar Jónico, tártaros y mongoles impondrían la revisión del Tratado de Montreaux. Si Italia, España y Croacia no hubieran enviado sus divisiones, no habría sido posible la defensa de un frente europeo, que, al proclamar la idea de la Nueva Europa, refleja su fuerza de captación sobre los demás pueblos.

- Señores: Movidos por este reconocimiento, pleno de presentimientos, llegaron los voluntarios del Norte y Occidente de Europa: noruegos, daneses, holandeses, flamencos, belgas, etc. Sí; incluso franceses, que sumándose a la lucha de las Potencias del Eje, en el auténtico sentido de la palabra, dieron a aquella el carácter de una cruzada europea.

- Señores Diputados, pueblo alemán: son éstos hechos concretos y quizá cifras escuetas. Pero ojalá no se borren nunca de la historia, y sobre todo de la conciencia y del recuerdo de nuestro propio pueblo alemán. Tras estas cifras se esconden resultados, sacrificios y privaciones, el heroísmo y el espíritu de abnegación de millones de los mejores hombres de nuestro pueblo y de los estados aliados con nosotros.

- Y ahora permitidme adoptar una actitud respecto a aquel mundo que aparece representado por un hombre que acostumbra a hablar sentado junto a una chimenea de su hogar, mientras que los pueblos y sus soldados luchan entre hielos y nieves. Permitidme hablar, sobre todo, de este hombre, que es el principal responsable de la actual conflagración. Cuando, en 1939, pareció ya insoportable, en el antiguo Estado polaco, la situación de las nacionalidades, intenté primero por vías transaccionales, resolver la situación intolerable que se había creado. Hubo momento en que pareció que el gobierno polaco, reflexionando y pensando serenamente la situación, iba a mostrarse en favor de una solución razonable. No hace falta que añada que en esta ocasión, por el lado alemán, no se exigía nada que no hubiera pertenecido anteriormente a Alemania; es más; renunciábamos a muchas cosas que antes de la Guerra Mundial fueron de Alemania.



LA PROPOSICIÓN HECHA A POLONIA EN AGOSTO DE 1939.


- Cuando en el mes de agosto, fue exacerbándose la actitud de Polonia, principalmente por los poderes en blanco que las garantías concedidas por Inglaterra le otorgara, se vio obligado el gobierno del Reich, por última vez, a hacer una propuesta a base de la cual se mostraba dispuesto a entrar en negociaciones con Polonia, propuesta que se comunicó verbalmente al embajador inglés de entonces. Quisiera hoy, nuevamente, sustraer al olvido aquella propuesta y llevarla a su recuerdo:


- Propuesta para una regulación del problema del Pasillo de Dantzig y de la cuestión de las minorías germanopolacas. La situación entre el Reich Alemán y Polonia es actualmente tan tensa, que cualquier incidente pudiera dar lugar a una intervención de las fuerzas militares concentradas a ambos lados de la frontera. Toda solución pacífica debe ser puesta de forma que evite que en la primera ocasión se repitan los sucesos que ocasionan situaciones como la actual, y que no solo ponen en tensión al Oriente europeo, sino también a otras regiones.


- Las causas de esta evolución residen, primeramente, en el absurdo trazado de fronteras establecido por el Dictado de Versalles. Segundo: en el trato intolerable que reciben las minorías de las regiones cedidas.


- De estas consideraciones se deducen las siguientes propuestas de carácter práctico:


- Primera: La ciudad libre de Dantzig se incorporará inmediatamente al Reich por razón de su carácter puramente alemán, y por la voluntad decidida de su población.


- Segunda: La región llamada "El Pasillo", que se extiende desde el Ba´tico por la línea Marienwerder-Graudenz, Kulm-Bromberg (esta ciudad incluida), y que luego, desviándose algo hacia Occidente, llega hasta Schocalanke, decidirá ella misma sobre su pertenencia a Alemania o a Polonia.


- Tercera: A este objeto, se celebrará en esta región un plebiscito. Tendrán derecho a participar en él todos los alemanes que vivían en este territorio hasta enero de 1918, o que nacieran en el mismo con anterioridad a esta fecha;  y de igual manera, todos los polacos en los que se den estas mismas circunstancias. Con objeto de que puedan votar, todos los alemanes que fueron expulsados de esta región volverán a ella. Para garantizar la objetividad de la votación y la seguridad de los trabajos preliminares que el plebiscito requiere, será sometida esta región a una Comisión internacional que se constituirá al efecto en forma análoga a la que se integró con motivo del plebiscito en la Región del Saar. Esta Comisión, en la que estarán representadas las cuatro Grandes Potencias, Italia, Unión Soviética, Francia e Inglaterra, asumirá todos los derechos de soberanía sobre esta región, con objeto de que en el más breve plazo posible se vea libre de elementos militares policíacos y autoridades polacas.


- Cuarta: Se exceptúa de esta región el puerto polaco de Gdingen, que es fundamentalmente zona de soberanía polaca, en tanto quede limitado a la colonización polaca. Los límites inmediatos de este puerto polaco serán delimitados por Alemania y Polonia, y, si fuera preciso, por un Tribunal arbitral internacional.


- Quinta: Con el fin de asegurar el tiempo indispensable para la realización de una votación justa, no tendrá lugar ésta antes de los doce meses.


- Sexta: Para  que durante este tiempo queden garantizadas, sin limitaciones, de ningún género, las comunicaciones de Alemania con la Prusia Oriental, y de Polonia con el mar, se trazarán carreteras y líneas férreas que posibiliten el libre tránsito. A este respecto, sólo podrán percibirse los impuestos que sean necesarios para el mantenimiento del tráfico; es decir, para la realización de los transportes.


- Séptima: Sobre la pertenencia de la región decidirá la simple mayoría de los votos emitidos.


- Octava: Con objeto de garantizar a Alemania, una vez realizado el plebiscito, cualquiera que sea el resultado de éste, su libre comunicación con la provincia de Dantzig-Prusia Oriental, y la de Polonia con el mar, se concederá a Alemania, caso de que el plebiscito diera un resultado favorable a Polonia, una zona extraterritorial de comunicación, en dirección Buetow-Dantzig, con objeto de que pueda construir una autopista y una línea ferroviaria de cuatro vías. Ambas serán trazadas de forma que no toquen las vías polacas de comunicación. El ancho de esta zona, que será de soberanía alemana, se fija en un kilómetro. Si diera el plebiscito resultado favorable a Alemania,  Polonia tendría estos mismos derechos a una zona extraterritorial.


- Novena: Caso de que el "Pasillo" volviera a Alemania, ésta se declarará dispuesta a hacer con Polonia un canje de población en la medida que lo exija esta región del "Pasillo".


- Décima: Los derechos especiales que Polonia desea conservar sobre el puerto de Dantzig, tendrá Alemania, en recíproca, sobre el puerto de Gdingen.



- Undécima: Para borrar de estas regiones toda sensación de peligro por ambos lados, Dantzig y Gdingen tendrán el carácter de ciudades comerciales; esto es, sin dependencias ni fortificaciones militares.

- Duodécima: La Península de Hela, que como consecuencia del plebiscito pasaría a Alemania o a Polonia, será igualmente desmilitarizada.

El gobierno polaco de entonces rechazó incluso discutir estas proposiciones. Mas se nos ocurre pensar cómo pudo arriesgarse un Estado tan insignificante, no solo a rechazar estas proposiciones y a continuar las persecuciones de alemanes que habían llevado a este país toda su cultura, sino incluso ordenar la movilización general.

La revisión de los documentos encontrados en el Departamento del Exterior de Varsovia nos han aclarado posteriormente, y de manera sorprendente, la razón: un hombre, con una falta diabólica de conciencia, puso toda su influencia cerca de Polonia para que ésta persistiese en su resistencia y se negara a todo intento de inteligencia pacífica. Los informes que el antiguo Representante polaco en Washington, Conde Potocki, enviaba a su Gobierno de Varsovia, son documentos de los que se deduce con terrible claridad la responsabilidad que incumbe a un solo hombre y a las fuerzas que le impulsan en esta segunda Guerra Mundial.



ENEMISTAD ARTIFICIALMENTE CREADA


- Se plantea en primer lugar, el interrogante de por qué razones sentía este hombre esta fanática enemistad hacia un país que, a través de su historia y hasta el presente, ni a América ni a él había causado mal alguno. En lo que a la actitud de Alemania respecto a América concierne, conviene decir lo siguiente:


1) Alemania es quizá la única Gran Potencia que no ha tenido nunca colonias en el continente americano, ni ha intervenido políticamente en el mismo, a no ser por medio de los muchos millones de alemanes que marcharon allí de los que en particular los Estados Unidos solo han obtenido utilidad.


2) Jamás ha adoptado el Reich Alemán, en toda la historia de nacimiento y existencia de los Estados Unidos, una actitud política  que reflejara desvío o enemistad hacia este país, aunque si ayudara, ofrendando la sangre de sus hijos, a defenderle.

3) Nunca ha participado Alemania, directamente, en una guerra de los Estados Unidos, aunque sí éstos la llevaron a cabo contra ella, en 1917, por razones que fueron totalmente aclaradas por un Comité creado para examinar este problema por el actual presidente Roosevelt.


      Precisamente este comité investigador, instituido para esclarecer las razones que motivaron la entrada de América en la guerra, ha puesto de manifiesto que las razones de la intervención americana estribaban en los intereses capitalistas de pequeños grupos, y que jamás entró en los propósitos de Alemania incurrir en conflicto con América.

Tampoco existe otro género de oposición entre Alemania y los Estados Unidos, sea de carácter territorial o político, que afecte a los intereses o a la existencia de los Estados Unidos. Siempre existieron distintos regímenes políticos, y nunca fue esto causa de odio entre los pueblos, mientras uno de éstos no pretenda injerirse en las esferas naturales del otro. América es una república al frente de la cual existe un presidente con amplios poderes autoritarios. Alemania fue en otras épocas una monarquía dirigida por una autoridad condicionada; más tarde, una democracia sin autoridad alguna, y hoy, una república regida por una fuerte autoridad. Ambos estados están separados por un océano. Creo que las divergencias entre la América capitalista y la Rusia bolchevique deberían ser esencialmente mayores, si estos conceptos encerraran en si algo auténtico, que las que puedan existir entre una América dirigida por un presidente, y una Alemania que lo es por un Führer.


      Pero es una realidad que ambos conflictos históricos entre Alemania y los Estos Unidos, si bien inspirados por la misma fuerza, han sido impelidos por la voluntad de dos hombres norteamericanos, a saber: por Wilson y por Franklin Rooselvet. La sentencia sobre Wilson ha sido ya dictada por la historia. Sunombre queda ligado a uno de los mayores perjurios de todos los tiempos. El incumplimiento de la palabra dada trajo como consecuencia la perturbación de la vida de los pueblos, no solo de los que fueron derrotados, sino incluso de los que quedaron victoriosos. El Dictado de Versalles, nacido del incumplimiento de aquella palabra empeñada, desmembró Estados, destrozó cultura y arruinó la economía de todos.


Hoy sabemos que tras de Wilson se escudaba una sociedad de financieros interesados, que utilizaron a este profesor paralítico para llevar a América a la guerra, de la que esperaban obtener pingües beneficios.



El haber creído en este hombre, lo pagó el pueblo alemán con su derrumbamiento, con su propia existencia política y económica.

¿Cuál es, pues, la razón de que tras estas amargas experiencias aparezca nuevamente en los Estados Unidos un presidente que ve su misión exclusiva en provocar guerras, y sobre todo en llevar el odio a Alemania hasta llegar a la guerra? El Nacionalsocialismo llegaba en Alemania al poder en la misma época en que era elegido Roosevelt presidente de los Estados Unidos. Es importante examinar los momentos que pueden ser considerados causa del desarrollo actual de los hechos.




DOS TRAYECTORIAS DE VIDA

Veamos, primero, el lado personal... Comprendo que entre mi concepción de la vida y la del Presidente Roosevelt media una enorme distancia.


Procede Roosevelt de una familia inmensamente rica; pertenece, por nacimiento, a aquel grupo de gentes que por su origen y ascendencia tienen en las democracias el camino franco y el encumbramiento asegurado.


Yo, en cambio, nací de modesta familia, y tuve que abrirme mi camino con indecibles esfuerzos y por el trabajo y la aplicación.

Cuando advino la guerra mundial, Roosevelt vivió cómodamente a la sombra de Wilson, sin salir de la esfera de los que se aprovechaban de ella. El sólo conoce, por tanto, las consecuencias agradables que se derivan de las luchas entre los pueblos y los Estados, y que benefician a aquel que se dedica a la especulación, mientras que otros se desangran.

En esta misma época mi vida fue muy distinta. No pertenecía a aquellos que hacían historia o negocios, sino a aquellos otros que ejecutaban órdenes. Como simple soldado me esforcé en aquellos cuatro años en cumplir con mi deber frente al enemigo, y volví, naturalmente, de la guerra, tan pobre como fuera a ella en el otoño de 1914. Compartí, pues, mi suerte, con la de millones; el señor Roosevelt, en cambio, solo con la de aquellos 10.000 que constituyen la clase privilegiada del mundo. Mientras que el señor Roosevelt demostraba, terminada la guerra, su capacidad en especulaciones financieras, y derivaba de la especulación, esto es, de la miseria de otros, beneficios personales, yacia yo, con cientos de miles, en el hospital.


Y mientras que Roosevelt recorría la carrera normal del político agiotista, económicamente bien situado y protegido por su origen, luchaba yo, como un ser anónimo y desconocido, por la resurrección de un pueblo que había sufrido la mayor de las injusticias que registra su historia.


Son dos trayectorias de vida. Cuando Franklin Roosevelt fue elegido presidente de los Estados Unidos, era el candidato de un partido netamente capitalista, que se servía de él. Cuando yo fui designado Canciller del Reich, era jefe de un movimiento popular que yo mismo había creado.


Las fuerzas que encumbraron al Sr. Roosevelt eran las fuerzas que yo, por razones de íntima convicción y por motivos nacionales, combatía. El Trust Cerebral utilizado por el presidente estaba compuesto por elementos pertenecientes a aquella clase que nosotros combatíamos en Alemania por considerarla como fenómeno parasitario de la humanidad, y a la que empezábamos a alejar de la vida pública.



Y, sin embargo, entre Roosevelt y yo existía algo común. Roosevelt se hizo cargo de un estado con una economía en depresión, debido a las influencias democráticas. Cuando yo ocupé la jefatura del poder se encontraba el Reich, también por obra de la democracia, ante la ruina más completa. Contaban los Estados Unidos con 13.000.000 de parados; Alemania, con 7.000.000, y otros 7.000.000 de obreros que trabajaban jornadas reducidas. En ambos estados, el régimen financiero sufría una honda crisis, no pareciendo posible detener el rápido hundimiento de su vida económica.

En este momento empezó, tanto en los Estados Unidos como en Alemania, una evolución, de cuyos resultados y teorías juzgará en su día la posteridad con facilidad. Mientras que en el Reich Alemán, bajo una dirección nacionalsocialista, se produjo en pocos años una enorme elevación de la vida, de la economía, de la cultura, del arte, etc., no logró el Presidente Roosevelt conseguir en su país la menor mejora.


Y, sin embargo, ¡cuánto más fácil era conseguir un resultado positivo en los Estados Unidos, con sus 15 habitantes por kilómetro cuadrado que en Alemania, donde corresponden a cada uno de éstos, 140 personas! Cuando en este país no se logra provocar el florecimiento económico que se desea, es porque o bien existe una mala voluntad por parte de su clase rectora, o porque existe una total incapacidad en los jefes nombrados.


En cinco años escasos fueron resueltos en Alemania todos los problemas económicos, e incluso totalmente el paro. En este mismo tiempo, el presidente Roosevelt incrementó hasta lo indecible la deuda pública, desvalorizó el dolar, desquició la economía y no redujo el número de parados.



       Esto no puede, sin embargo, asombrar si se piensa que los espíritus que este hombre invocó para que le ayudaran, o, mejor, que le invocaron a él, pertenecen a aquellos elementos que, como judíos, solo tienen interés en la destrucción y jamás en lo que es orden y creación. Mientras que nosotros, en la Alemania Nacionalsocialista, combatíamos la especulación, adquiría ésta, bajo la era de Roosevelt, inusitado florecimiento. La legislación del New Deal de este hombre era falsa, y por eso constituyó el mayor fracaso que un hombre pueda jamás sufrir. No hay duda alguna de que de haber continuado esta política económica en épocas de paz, antes o después, y no obstante su habilidad dialéctica, su promotor hubiera ido al fracaso. En cualquier estado europeo, el actual presidente norteamericano hubiera encontrado su fin ante un Tribunal del Estado, acusado de haber despilfarrado premeditadamente las riquezas nacionales. Difícilmente hubiera también podido eludir la cárcel, de haber comparecido ante un Tribunal Civil, acusado de realizar una gestión culpable.

Esta opinión la comparten también muchos americanos relevantes.


     Una oposición amenazadora surgió contra este hombre. Esto le hizo ver que solo desviando la atención de la opinión pública, y desplazándola de su política interior hacia la exterior, podía él personalmente salvarse. Es interesante, a este respecto, estudiar los informes del representante polaco en Washington, Potocki, que reiteradamente alude a que el presidente Roosevelt tenía plena conciencia del peligro de derrumbamiento que corría todo su tinglado económico, y que por eso buscaba a todo trance una desviación hacía la política exterior.


        El fue afirmado y apoyado en sus propósitos por el círculo de judíos que le rodeaban, y que por un afán tradicional de venganza veían en los Estados Unidos el instrumento con que asestar a las naciones europeas en las que crecía el espíritu antisemita un segundo golpe de muerte. Era el judío, con toda su vileza satánica, el que impulsaba a este hombre, y al que este hombre acudía. Así, empieza a utilizar su influencia el presidente americano en el sentido de crear conflictos o de agudizar los existentes; y siempre, sin excepción, para evitar que éstos pudieran encontrar una solución pacífica. Durante bastantes años, solo anima a este hombre un deseo: el de que se produzca en cualquier parte del mundo un conflicto, preferiblemente en Europa, que le ofrezca la posibilidad de complicar los intereses americanos, y poner la economía del país al servicio de una de las partes. Ello acercaría a América a este conflicto y desviaría a la opinión pública de su disolvente política económica interior.



UNA SERIE DE PROVOCACIONES


     Especial brusquedad refleja su proceder contra el Reich Alemán. A partir de 1937, pronuncia una serie de discursos, entre ellos uno que merece destacarse por su vileza, el 5 de octubre de 1937, en Chicago, en los cuales este hombre empieza a incitar sistemáticamente contra Alemania a la opinión pública americana. Llega incluso a amenazar con la imposición de una especie de cuarentena a los estados autoritarios.


En relación con esta política creciente y persistente de odio e incitación contra Alemania, y tras una serie de declaraciones ofensivas para el Reich, llama a Washington, al objeto de rendirle informes, al embajador americano acreditado en Berlín. Desde entonces, ambos estados han sido representados exclusivamente por sus respectivos encargados de negocios.


       A partir de noviembre de 1938 empieza a sabotear sistemáticamente toda posibilidad de política amistosa entre los Estados europeos. Finge, sin embargo, para el exterior, estar interesado en la paz, no obstante amenazar a todo estado que se muestre dispuesto a realizar una política pacífica y de inteligencia, con cortarle los créditos, con represalias económicas, con denuncias de préstamos, etc. Sobre esta cuestión, los informes de los embajadores polacos en Washington, Londres, París y Bruselas suministran datos altamente interesantes.


En enero de 1939 empieza este hombre a intensificar su campaña de incitación, y amenaza ante el congreso con proceder por todos los medios, con excepción de la guerra, contra los estados totalitarios.


     Mientras que afirma persistentemente que otros estados han intentado inmiscuirse en cuestiones americanas, e insiste en el mantenimiento de la doctrina de Monroe, empieza, a partir de marzo de 1939, a intervenir en cuestiones interiores de Europa, que en anda deben interesar al Presidente de los Estados Unidos. En primer lugar, nada entiende él de estos problemas; y en segundo, aun entendiendo de ellos y comprendiendo su proceso histórico, carecería del derecho a ocuparse del espacio europeo central, del mismo modo que el Jefe del Estado Alemán caree de derecho para enjuiciar la situación de un estado americano, o incluso para adoptar una actitud respecto a él. (Aplausos)


       Y aun va más lejos el señor Roosevelt, Contra todas las normas del derecho internacional, declara no reconocer a los gobiernos que le placen. No acepta nuevos regímenes; y , en cambio, da acogida a embajadores de estados que hace tiempo fueron disueltos, e incluso impone gobiernos que pretende tengan carácter legal. Va, finalmente, tan lejos,que llega a concertar tratados con estos embajadores, a los que concede, sencillamente, el derecho a ocupar territorios extranjeros. El 5 de abril de 1939 llegó el famoso llamamiento que Roosevelt  nos dirigía al Duce y a mí, y en el que el desconocimiento geográfico y político se mezcla con la arrogancia característica del miembro del círculo de millonarios. En él se nos exige hacer determinadas declaraciones y concertar pactos de no agresión con Estados caprichosamente elegidos, muchos de los cuales ni aun gozan de plena libertad, porque los aliados del señor Roosevelt se los anexionaron o los convirtieron en protectorados. Recordaréis, señores Diputados, que en aquella ocasión di a este señor una respuesta tan cortés como categórica, que al menos tuvo la virtud de parar durante algunos meses el torrente verbal de este belicista de aire bonachón.


Pero en su lugar apareció, sin embargo, su digna esposa. Ella manifestó que no desearía vivir en un mundo como el nuestro. Esto es comprensible, puesto que este es un mundo de trabajo, y no de engaño y de trampa. Tras un breve descanso, vuelve a aparecer el marido, que el 4 de noviembre de 1939 logra que la Ley de Neutralidad sea modificada, levantándose la prohibición de la exportación de armas, en suministro unilateral y en beneficio exclusivo de los enemigos de Alemania.


       Lo mismo que hiciera en el Oriente asiático con China, empieza así Roosevelt, utilizando el camino indirecto de las complicaciones económicas, a constituir una comunidad de intereses que, antes o después, habría de surtir sus efectos. Ya durante este mes da categoría de gobierno a una pandilla de emigrantes polacos, cuyo único mérito es haberse llevado de Varsovia un par de millones de monedas de oro polacas.


El día 9 de abril da un paso más y ordena impedir con esta medida su incautación por parte de Alemania, aun cuando sabe perfectamente que, por ejemplo, el gobierno danés no ha sido observado y no digamos controlado, por Alemania, en la administración de sus bienes.


        Además de a varios gobiernos en exilio, reconoce luego también a un supuesto gobierno noruego en el exilio; y el 15 de mayo de 1940 procede de igual modo con unos pretendidos gobiernos compuestos por emigrantes belgas y holandeses. Las verdaderas intenciones de este hombre quedan al descubierto en un telegrama que dirige el día 15 al Presidente del Consejo francés, Reynaud. En él comunica el Presidente, que el Gobierno americano está dispuesto a duplicar su ayuda a Francia, siempre que ésta continúe la guerra contra Alemania. Para corroborar este deseo expreso de prolongar la guerra, dice que el gobierno americano no reconocerá los resultados de las conquistas alemanas; esto es, la reconquista de los territorios que un día fueron arrebatados a Alemania. No hace falta que os diga que a cualquier gobierno alemán le es indiferente, y lo será en el futuro, que el presidente de los Estados Unidos reconozco o deje de reconocer una frontera con Europa.


Solo aduzco el caso para probar la sistemática instigación bélica de este hombre, que habla hipócritamente de paz y que no hace sino empujar a los demás a la guerra. De pronto le asalta el temor de que, caso de que se llegara a una paz en Europa, los miles de millones derrochados en poco tiempo en el rearme americano pudieran aparecer como un engaño, ya que nadie pretende agredir a América, si ésta no provocara previamente la agresión.


El 17 de julio de 1940 decreta el presidente de los Estados Unidos el bloqueo de los bienes franceses; según él, para evitar su incautación por Alemania, aunque, en realidad, para transportar en un crucero americano el oro francés desde Casablanca a América.



          Desde julio de 1940 acentúa el presidente, cada vez más, las medidas hacia la guerra, bien permitiendo la entrada de súbditos americanos en la aviación inglesa, bien autorizando la instrucción de pilotos ingleses en campos de instrucción de los Estados Unidos. En agosto de 1940 se concierta un programa militar común entre los Estados Unidos y Canadá. Pero para que gentes estúpidas crean en la necesidad y conveniencia de ese programa, inventa de cuando en cuando crisis en las que pretende hacer ver a la opinión que América está amenazada de una agresión. Para subrayar el peligro de la situación, y hacérselo ver a sus miserables partidarios, suspende súbitamente viajes y cruceros, y regresa a toda prisa a Washington.



       En septiembre de 1940 da un paso más hacia la guerra. Cede a los ingleses 50 destructores de la flota americana, exigiendo en compensación bases militares en la América del Norte y Central. El tiempo nos dirá en qué medida han influido en estas determinaciones del presidente el odio contra la Alemania Social, y el propósito de adueñarse sin riesgo del Imperio Inglés en la hora de su derrumbamiento.


Como Inglaterra no está ya en situación de pagar al contado los suministros que recibe de América, impone el presidente al pueblo americano la Ley de Préstamos y Arrendamientos, exigiendo la concesión de poderes para determinar qué países deben ser defendidos por América en atención a la importancia vital que para ésta tienen. En marzo de 1941, y una vez que ha comprobado que Alemania permanece imperturbable ante sus continuas amenazas, vuelve a dar otro paso hacia adelante.


El 19 de diciembre de 1939, cruceros americanos pusieron, dentro de la zona de seguridad, en manos de Unidades navales británicas al buque alemán  "Columbia".  Por esta razón tuvo que ser hundido. En el mismo día, Unidades de guerra de los Estados Unidos colaboraron en los intentos de captura del buque alemán "Arauca". El 27 de enero de 1940, el crucero norteamericano "Trenton", quebrantando las normas de Derecho Internacional, informó a las fuerzas navales enemigas sobre la situación de los buques mercantes alemanes "Arauca", "La Plata" y "Wangoni". El 27 de jnio de 1940, infringiendo las leyes vigentes del Derecho Internacional, decretó una limitación de la libertad de traslado de los buques mercantes extranjeros surtos en puertos norteamericanos.


       En noviembre de 1940 permitió el presidente que Unidades navales de los Estados Unidos persiguieran a los buques mercantes alemanes "Phrygia", "Niederwald" y "Rhein", hasta que éstos, para evitar caer en poder del enemigo, realizaron su propio hundimiento. El 13 de abril de 1941 fue concedida la libre navegación por el mar Rojo a los buques de los Estados Unidos que se dedicaron al aprovisionamiento del ejército británico en el Oriente Próximo. Entretanto, y en el mes de marzo, las autoridades americanas habían procedido a la incautación de todos los buques alemanes. Súbditos alemanes fueron objeto en esta ocasión del trato más vejatorio. En contra de las leyes internacionales, les fueron señalados lugares de residencia limitándoseles el derecho a viajar, etc.


Dos oficiales alemanes internados que se habían escapado de Canadá fueron detenidos y entregados presos por las autoridades norteamericanas a los canadienses, infringiéndose con este acto nuevamente las más elementales normas del Derecho internacional. El 27 de marzo, el mismo presidente que se muestra contrario a toda agresión, saluda al jefe insurrecto Simowitch y a sus segundos, que tras haber derrocado en Belgrado al Gobierno legal, se pusieron al frente de una camarilla de revolucionarios. Ya meses antes había enviado el presidente Roosevelt al Coronel Donovan, sujeto miserable, con una misión a los Balcanes, que debía culminar en un levantamiento que habría de producirse contra Alemania e Italia, en Sofía y Belgrado.


      En abril promete su ayuda, a base de la Ley de Préstamos y Arrendamientos, a Yugoslavia y Grecia. A fines de abril vuelve a reconocer este hombre más gobiernos en exilio, compuestos por emigrantes griegos y yugoslavos; e insistiendo en su actos, vuelve a bloquear, ilegalmente, los bienes griegos y yugoslavos. Desde mediados de abril, patrullas norteamericanas llevan a cabo una estrecha vigilancia en el Atlántico Occidental, suministrando información a los ingleses.

El 26 de abril entrega Roosevelt a Inglaterra 20 lanchas rápidas, mientras que en los puertos norteamericanos se realizan reparaciones de los buques británicos de guerra. El 12 de mayo son armados y reparados, contraviniendo lo establecido por el Derecho internacional, los buques noruegos, que en lo sucesivo navegarán para Inglaterra. El 4 de junio, transportes americanos de tropos llegan a Groenlandia para la construcción de un aeródromo. y, finalmente, el 9 de junio nos llega la primea comunicación del presidente Roosevelt, un navío de guerra de los Estados Unidos ha luchado, junto a Groenlandia, contra un submarino alemán, lanzando cargas de profundidad.


     El 14 de junio, violando también las normas del Derecho internacional, se ordena el bloqueo de los bienes alemanes situados en los Estados Unidos.


         Del 6 al 7 de julio se lleva a cabo la ocupación de Islandia, situada en la zona alemana de guerra, acto que realizan  fuerzas navales americanas, por orden  expresa de Roosevelt. Con este acto espera conseguir en primer lugar, forzar a Alemania a la guerra y, segundo, de no conseguirlo, neutralizar la guerra submarina alemana, como sucediera de 1915 a 1916.

Al mismo tiempo envía  a la Unión Soviética un mensaje prometiendo su ayuda. El 10 de julio comunica inopinadamente el Ministro de Marina, Knox, que los buques norteamericanos han recibido orden de hacer fuego contra los buques del Eje. El 4 de septiembre, el destructor americano "Greer", obedeciendo esta orden, interviene en colaboración con aviones ingleses, contra submarinos alemanes en el Atlántico.


Cinco días más tarde, un submarino alemán logra precisar que destructores americanos escoltan convoyes ingleses. Al fin, el 11 de septiembre pronuncia Roosevelt aquel famoso discurso en el que confirma y reitera personalmente la orden de disparar contra todos los buques del eje. El 29 de septiembre, patrulleros americanos atacan a un submarino alemán al este de Groenlandia, con bombas de profundidad. El 17 de octubre, el destructor de los Estados Unidos "Kearney", que daba escolta a un convoy inglés, ataca a un submarino alemán con cargas de profundidad; y el día 16 de noviembre, finalmente, fuerzas navales norteamericanas apresan, contra toda norma de Derecho internacional, al buque alemán "Odenwald", internándole en un puerto americano y haciendo prisionera a la tripulación.


Las injurias y ofensas de que he sido personalmente objeto por parte de este denominado presidente, las pasaré por alto, por carecer de importancia. Me es tanto más indiferente que me llame "ganster", cuanto que este concepto, quizá a causa de que no existan aquí tales sujetos, no procede de Europa, sino de América. Pero, aparte de ello, yo no creo poder ser ofendido por el señor Roosevelt, ya que le considero, lo mismo que a Woodrow Wilson en su tiempo, un enfermo mental.




JAPÓN DEVUELVE EL GOLPE


      Que este hombre, asistido por su séquito judío, lucha desde hace años contra Japón, utilizando los mismo procedimientos, era cosa ya conocida por nosotros. No hace falta que insista sobre ello. También en este caso se han empleado los mismos métodos. Primero, incita este hombre a la guerra; falsea después los hechos y hace afirmaciones arbitrarias; se envuelve, más tarde, hipócritamente y de manera repugnante en una nube de conceptos cristianos; y conduce así, lenta pero seguramente, a la humanidad hacia la guerra, sin invocar, naturalmente a Dios, como viejo masón que es, por testigo de la honorabilidad de sus actos.


Creo que todos consideráis como una liberación que, al fin un estado se haya alzado contra este falseamiento de la verdad y el Derecho, sin precedentes en la historia, y haya recurrido a aquel procedimiento que este hombre deseaba; y sobre el que ahora, sin embargo, se permite asombrarse. El que el gobierno japonés, después de años de negociaciones, se haya hastiado de este farsante, y no haya tolerado ser objeto de más burlas, nos llena a todos, al pueblo alemán, y  creo que también a todos los hombres decentes del mundo entero, de profunda satisfacción.

        Sabemos qué fuerza se oculta tras de Roosevelt: la del judío errante, que considera que ha llegado su momento para ejecutar también con nosotros todo lo que hemos contemplado y vivido con horror en Rusia. Hemos visto el paraíso judío en la tierra. Millones de soldados alemanes han entrado personalmente en contacto con un país en el que este judío internacional destruyó hombres y bienes. Quizá el presidente de los Estados Unidos no comprenda esto. Si es así, ello constituirá una prueba más de su limitación mental.


        Nosotros sabemos, sin embargo, que esto constituye el fin de su lucha. Aunque no estuviéramos aliados con Japón, estaría claro para nosotros que constituye el propósito de los judíos, y de su Franklin Roosevelt, la destrucción de un estado tras otro. Pero el actual Reich Alemán nada tiene de común con la Alemania de antaño. Por eso nosotros, por nuestro lado, haremos aquello que este provocador viene intentando lograr desde hace años. No solo porque seamos aliados de Japón, sino porque Alemania e Italia, con sus actuales direcciones políticas, son lo suficientemente fuertes e inteligentes para comprender que en este momento histórico se decidirá, quizá para siempre, el ser y no ser de la nación. Sabemos lo que ese otro mundo quiere hacer con nosotros. Él condenó a la vieja Alemania democrática al hambre, y ahora aniquilaría al Reich socialista. Cuando los señores Roosevelt o Churchill declaran que aspiran a crear, el día de mañana, un nuevo orden social, adoptan una postura parecida a la del peluquero calvo que recomienda al cliente un procedimiento para que le crezca el pelo. Estos señores, que viven en los Estados socialmente más atrasados, debieran dedicarse, en lugar de incitar a la guerra, a resolver la situación de sus obreros parados. Tienen en sus países respectivos hambre y miseria suficiente para justificar que prestan atención a la distribución de artículos alimenticios. en lo que al pueblo alemán se refiere, no necesita ni admite limosna de los señores Roosevelt,  Churchill o Eden; solo quiere su derecho. (Aplausos)





       Y este derecho vital lo asegurará, aunque a ello se opongan miles de Churchills o de Roosevelts. Tiene nuestro pueblo tras de si una historia de casi dos mil años. Pues bien; nunca en el curso de estos milenios constituyó una comunidad tan unida y sólida como lo es en la actualidad y como lo seguirá siendo en el futuro; y ello gracias al Movimiento Nacionalsocialista. Pero quizá nunca viera también con la claridad de hoy ni tuviera una conciencia tan segura del honor. Por eso he ordenado hoy que se entregue su pasaporte al encargado de negocios norteamericano, notificándole al mismo tiempo lo que sigue:


Consecuente con la política de su presidente, de extender una ilimitada dictadura universal, los Estados Unidos americanos, unidos a Inglaterra, no han retrocedido ante ningún medio para discutir sus supuestos naturales de vida a los pueblos alemán, italiano y también japonés.  Por esta razón, los gobiernos de Inglaterra y de los Estados Unidos de América se han opuesto siempre a que, tanto en la actualidad como en el futuro, se proceda a una revisión justa para el establecimiento de un nuevo orden mejor.


       Desde que se inició la guerra, el Presidente americano Roosevelt ha realizado, cada vez en mayor proporción, una serie de graves delitos y actos contrarios todos al Derecho internacional. Ataques ilegales a buques y contra la propiedad de súbditos alemanes e italianos, amenazando a los mismos con internamientos, esto es, con el despojo arbitrario de su libertad personal. Esta actitud de agresión del presidente Roosevelt fue acentuándose hasta culminar en la orden dada a la Marina norteamericana , contraviniendo todas las normas del Derecho internacional, de atacar, disparar y hundir, donde los encontraran, a los buques de nacionalidad alemana e italiana. Ministros norteamericanos se han vanagloriado de que, siguiendo estas órdenes, hayan sido destruidos submarinos alemanes. Buques mercantes alemanes e italianos han sido atacados  por cruceros americanos que, tras apoderarse de ellos, hicieron prisioneros a sus pacíficas tripulaciones. Sin que oficialmente se intentara desmentirlo por parte del gobierno americano, fue publicado en América el "Plan" del presidente Roosevelt, según el cual se proyectaba atacar en Europa, lo más tarde en 1943, con todos los medios militares, a Alemania y a Italia.


Todo esto ha llevado al fracaso la sincera aspiración de Alemania e Italia, que han dado pruebas de singular paciencia, de evitar la ampliación de la guerra y de mantener sus relaciones con los Estados Unidos, no obstante las insoportables provocaciones de que, desde hace años, vienen siendo objeto por parte del presidente Roosevelt.



EL ACUERDO DE LAS TRES POTENCIAS


     Ante esta actitud , Alemania e Italia, se ven ahora obligadas, fieles a las disposiciones contenidas en el Pacto Tripartito del 27 de septiembre de 1940, a luchar unidas al lado de Japón, en defensa y por el mantenimiento de la libertad e independencia de sus pueblos y países contra los Estados Unidos de América y contra Inglaterra. Las tres Potencias han concertado en el día de hoy, y en Berlín, el siguiente acuerdo:


"En su decisión inconmovible de no deponer las armas hasta haber conseguido que la guerra que sostienen en común contra los Estados Unidos de América y contra Inglaterra, tenga un fin victorioso, los Gobiernos alemán, italiano y japonés establecen, de común acuerdo, las siguientes disposiciones:


Art. 1º Alemania, Italia y Japón lucharán en la guerra que les ha sido impuesta por los Estados Unidos de América y por Inglaterra, con todos los medios de que dispongan, y unidos hasta obtener la victoria final.


Art 2º Alemania, Italia y Japón se obligan a no concertar sin el previo, pleno y recíproco acuerdo de las tres potencias signatarias, una paz o un armisticio con los  Estados Unidos de América o con Inglaterra.


Art 3º Alemania, Italia y Japón, se comprometen, una vez terminada victoriosamente la guerra, a colaborar lo más estrechamente posible con objeto de establecer un nuevo orden más justo, en el sentido de lo acordado por las tres potencias en el Pacto Tripartido del 27 de septiembre de 1940.


Art 4º Este Acuerdo entrará en vigor en el momento de su firma y quedará vigente, lo mismo que el Pacto Tripartito del 27 de septiembre de 1940. Las altas partes contratantes se pondrán oportunamente de acuerdo antes de la expiración del plazo de vigencia sobre la ulterior forma de su colaboración, prevista por el art. 3º de este Acuerdo."


    Señores Diputados, hombres todos que integráis el Reichstag Alemán: estamos convencidos, desde que fue rechazado mi último ofrecimiento de paz de julio de 1940, de que esta lucha habrá que proseguirla hasta su última consecuencia. El que el mundo anglosajón, judío y capitalista haya constituido un frente común con el bolchevismo, es algo que no constituye para nosotros, nacionalsocialistas, una sorpresa. En el fondo, siempre encontramos a ambos constituyendo una misma comunidad. Resultamos victoriosos en la lucha interior que sostuvimos contra nuestros adversarios, durante dieciséis años, en Alemania, y logramos destruir su potencia en el Reich. Cuando hace veintitrés años me decidí a intervenir en la vida política para impulsar el resurgimiento de la nación que se encontraba caída, era un soldado anónimo y desconocido. Muchos de vosotros sabéis cuán duros fueron los primeros años de esta lucha. Ha sido tan asombrosa la trayectoria que este Movimiento, fundado por siete hombres, ha sufrido hasta llegar al gobierno de la nación el 30 de enero de 1933, que solo ha sido posible con la ayuda de la Providencia, que lo ha bendecido. Hoy estoy al frente del ejército más poderoso del mundo, de la más formidable aviación y de una marina orgullosa de sus glorias. Se que detrás de mi, y como una sólida comunidad, tengo al Partido, que me hizo grande, y al que yo hice grande también.

        Los enemigos que hoy veo ante mi son los enemigos conocidos desde hace más de veinte años. Solo que el camino a recorrer hoy no es comparable con el que veo cuando recuerdo el pasado. Hoy, el pueblo alemán sabe que está en las horas decisivas de su existencia. Millones de soldados, en las más duras circunstancias, cumplen fiel y obedientemente con su deber. Millones de campesinos y de trabajadores alemanes, millones de mujeres y de muchachas alemanas, están en fábricas y oficinas, en los campos y tierras de labor, produciendo con el sudor de su frente. Unidos a nosotros están otros pueblos fuertes atormentados por las mismas necesidades y frente a los mismos enemigos.

El presidente norteamericano y su camarilla plutocrática dicen que somos pueblos de los que nada tienen. Y ello es cierto. Pero los que nada tienen, quieren vivir. y en cualquier caso impedirán que lo poco que tienen para vivir les sea arrebatado por los que de todo tienen. Vosotros, camaradas del Partido, conocéis mi decisión inquebrantable de seguir hasta su final victorioso una lucha que ha sido empezada. Conocéis mi voluntad de no retroceder ante nada en esta lucha y de vencer todos los obstáculos que deban ser vencidos.


         Ya en mi primer discurso del 1º de septiembre os aseguré que en esta guerra ni las armas ni el tiempo podrían doblegar a Alemania. También quiero asegurar a mis enemigos que no conseguirán doblegarnos el tiempo y las armas, sino que ninguna duda interior nos hace vacilar en el cumplimiento de nuestro deber. Cuando pensamos en los sacrificios de nuestros soldados y en su intervención, cualquier sacrificios de la retaguardia nos parece insignificante y sin importancia. Cuando pensamos en el número de todos aquellos que de generaciones anteriores cayeron por la grandeza y bienestar del pueblo alemán, nos damos cuenta de la magnitud del deber que pesa sobre nosotros.


Pero quien intente eludir este deber no tiene derecho a ser considerado en nuestro medio como compatriota.  Del mismo modo que fuimos duros y despiadados en la lucha por el poder, lo seremos en la lucha que realizamos para la conservación de nuestro pueblo. En un momento en que caen miles de nuestros mejores hombres, padres e hijos de nuestro pueblo, nadie que desde la patria pretenda menospreciar los sacrificios del frente debe contar con su vida. Y ello, cualquiera que sea el pretexto que alegue para perturbar el frente alemán, minar la voluntad de resistencia de nuestro pueblo, debilitar la autoridad del Régimen o sabotear la producción en la patria. El culpable caerá. Pero siempre habrá una diferencia entre su muerta y la otra. Pues mientras el soldado que cae en el frente sacrifica su vida con toda honra, el que desprecie este sacrificio morirá en la ignominia. Nuestros enemigos no deben engañarse. Nunca estuvo el pueblo alemán, en los dos mil años de su historia, tan unido y firme como en el presente. El Señor ha querido favorecernos tanto en estos últimos años, que llenos de gratitud nos inclinamos ante la Providencia que nos ha permitido pertenecer a un pueblo de esta grandeza. Damos gracias a Dios por que haya hecho que las generaciones futuras del pueblo alemán puedan registrarnos con todo honor en el libro eterno de la historia de Alemania.

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