lunes, 13 de enero de 2014

-★ADOLF HITLER Y LA CARTA GEMLICH ¿LA PRUEBA DE QUE DESEABA EL EXTERMINIO DE JUDÍOS?★


     La Carta Gemlich. Para el Centro Wiesenthal y los medios de comunicación es la prueba irrefutable de que Adolf Hitler en 1919 ya visualizaba el exterminio de los judíos. Pero en este artículo desmostraremos que esta afirmación es falsa.


La carta Gemlich



       Esta carta fue escrita por Adolph H el 16 de septiembre de 1919, en esa época el cabo idealista (como era llamado por Hindenburg) recién era un veterano de la Primera Guerra Mundial, permaneciendo en el Reichwehr (Ejército Alemán de la República de Weimar) trabajando para el Departamento de Educación y Propaganda. En julio trabajaría para el Comando de Inteligencia como agente para obtener información del que sería el futuro Partido NacionalSocialista, el Partido Obrero Alemán, el cual estaría bajo sospecha de albergar y difundir el comunismo. En septiembre 12 se afiliaría al partido, convirtiéndose en el miembro número 55.
 
 
 
 
 
La carta fue escrita y dirigida a un militar de nombre Adolf Gemlich a petición del superior de Adolph, Karl Mayr, para aclarar la posición del ejército respecto a la ‘Cuestión Judía’. Posteriormente fue encontrada en 1945 en los archivos alemanes cerca de Nuremberg por un soldado estadounidense. Luego de un proceso de intercambio entre coleccionistas llegó a manos del Centro Wiesenthal y por obvias razones se le dió una amplia cobertura mediática, claro, recurriendo a la manipulación y desinformación -total, los muertos no pueden tener derecho de réplica- con frases recurrentes como:
“En 1919 escribió esto. Veintidós años más tarde, se convierte en canciller del Tercer Reich. Acabó a los judíos por completo”
“Escribió que el camino a seguir sería el de los pogromos (linchamientos multitudinarios), en referencia a los ataques de la mafia organizada contra en Rusia y que más tarde, pensó, podrían aplicarse contra los judíos en Alemania.”
Y por último…
“Hitler deja en claro que tenía un objetivo más grande en mente. ‘El objetivo final debe ser el exterminio de los judíos’, escribió”
¿Una prueba de la manipulación desinformadora y mediática? En el original aparece la frase “Entfernung der Juden“, la palabra alemana Entfernung viene a significar en castellano como ‘alejamiento‘ ‘mantener a distancia’ ‘expulsión‘, ellos lo cambian por la palabra ‘exterminio‘. Tremenda diferencia.
 
 


 
Ante esto, nos vimos en la necesidad de traducir la carta en lugar de confiar la proporcionada por el Centro Wiesenthal. Como leerán a continuación tiene un significado totalmente distinto al que le dieron.
 
 
 
Estimado Señor Gemlich
El peligro que supone hoy en día el judaísmo para nuestro pueblo encuentra su expresión en la innegable aversión de amplios sectores de nuestro pueblo. La causa de ésta aversión no se debe encontrar en un claro reconocimiento del consciente o inconsciente, sistemático y nocivo efecto de los judíos como una totalidad sobre nuestra nación, esta nace en su mayoría por el contacto personal y de la impresión personal que deja el individuo judío, casi siempre desfavorable. Por ésta razón el anti-semitismo es fácilmente caracterizado como un mero fenómeno emocional. Aún así esto es incorrecto. El anti-semitismo como movimiento político no debe y no puede ser definido por impulsos emocionales, sino por el reconocimiento de los hechos.
Los hechos son éstos: Primero, el judaísmo es absolutamente una raza y no una comunidad religiosa. Incluso los judíos nunca se definen a sí mismos como alemanes, polacos o americanos judíos sino siempre como judíos alemanes, polacos o americanos. Los judíos nunca han adoptado mucho más que la lengua de las naciones extranjeras entre las que viven. Un alemán que por necesidad hace uso del francés en Francia, del italiano en Italia o del chino en China no se convierte así en francés, en italiano o en chino. Es lo mismo con el judío que vive entre nosotros y se ve obligado hacer uso de nuestro idioma. Así no se convierte en alemán. Ni la fe en Moisés, tan importante para la supervivencia de ésta raza, debe establecer la cuestión de si alguien es judío o no judío. Apenas hay una raza cuyos miembros pertenecen exclusivamente a una sola religión definida.
A través de miles de años de cercana endogamia, los judíos han mantenido su raza y sus peculiaridades bastante más íntegras que muchos de los pueblos entre los que han vivido. De ésto deriva el hecho de que entre nosotros vive una raza no alemana y extranjera que ni desea ni es capaz de sacrificar sus características raciales o de negar sus sentimientos, pensamientos y ambiciones. Y como los sentimientos judíos están limitados al ámbito de lo material, sus pensamientos y ambiciones están destinados a ser eso mismo aún más fuertemente. Su danza alrededor del becerro de oro se está convirtiendo en una lucha sin cuartel por todas ésas posesiones que más valoramos en la Tierra.
El valor del individuo ya no se decide por su carácter o por la relevancia de sus logros sino exclusivamente por el tamaño de su fortuna, por su dinero.
La grandeza de una nación ya no va a ser medida por la suma de sus poderes morales y espirituales sino por la riqueza de sus posesiones materiales.
Ésta actitud y lucha por el dinero y el poder y los sentimientos que van con ella permiten al judío ser poco escrupuloso en su elección de medios y despiadado en su uso para sus propios fines. En los estados autocráticos se arrastra delante de la “majestad” de los príncipes y abusa sus favores para convertirse en una sanguijuela del pueblo. En la democracia busca los favores de las masas, se humilla delante de la “majestad del pueblo”, pero sólo reconoce a la majestad del dinero. Mina el carácter del príncipe con adulación bizantina y el orgullo nacional (la fuerza del pueblo) con el desvergonzado y ridículo cultivo del vicio. Su método de batalla es esa opinión pública nunca expresada en la prensa pero sin embargo dirigida y falsificada por ella. Su poder es el poder del dinero que acumula tan fácil e infinitamente en forma de intereses y con los cuales impone un yugo a la nación, yugo que es el más dañino ya que su brillo oculta sus terribles consecuencias.
Todo lo que para los hombres es un bien mayor y digno de ser perseguido, ya sea religión, socialismo o democracia solo es para los judíos un medio, la forma de satisfacer su ánsia por el oro y la dominación.
En sus efectos y consecuencias es como la tuberculosis racial de las naciones.
De todo esto se deduce lo siguiente: El antisemitismo basado únicamente en lo emocional encuentra su última expresión en forma de pogromo. Por el contrario, el antisemitismo racional debe conducir a una lucha sistemática y legal contra y por la erradicación de los privilegios judíos que los distinguen de otros extranjeros que viven entre nosotros. Sin embargo el objetivo final debe ser la irrevocable expulsión de los judíos en general.
Para ambos fines es necesario un gobierno de fuerza nacional, no de debilidad nacional. La República Alemana debe su existencia no a la voluntad unida de nuestro pueblo sino a la turbia explotación de una serie de circunstancias que se expresaron en una profunda y universal insatisfacción. Estas circunstancias, sin embargo, eran independientes de la estructura del Estado y aún hoy están operativas. De hecho más ahora que antes. Por eso una gran parte de nuestro pueblo reconoce que un cambio en la estructura del Estado no puede en sí mismo cambiar nuestra situación. Para ello hará falta un renacimiento de los poderes morales y espirituales de la Nación.
Este renacimiento no puede ser iniciado por un liderazgo estatal de mayorías irresponsables, influenciadas por ciertos dogmas partidarios, una prensa irresponsable o frases y lemas internacionales. En vez de eso requieren la implacable instalación de líderes nacionales con un gran sentido de la responsabilidad.
Pero éstos hechos niegan a la República el soporte interno de las fuerzas espirituales de la nación.
Los líderes actuales de la nación están obligados a buscar el apoyo de aquellos que recibieron los exclusivos beneficios de las nuevas condiciones alemanes y quienes por éste motivo eran la fuerza motriz tras la revolución: los judíos. Incluso aunque, como revelan varias declaraciones de las personalidades líderes, comprenden los peligros del judaísmo, ellos (buscando sus propias ventajas) aceptan el preparado apoyo de los judíos y les devuelven el favor.
Esta compensación no solo consiste en cualquier favor al judaísmo sino por encima de todo en estorbar la lucha del pueblo traicionado contra sus estafadores, es decir la represión del movimiento anti-semita.
Respetuosamente,
Adolf Hitler.
 
Transcripción en Alemán:

wizard.webquests.ch/ensi.html?page=67954

 

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